Dicen que dicen.

jueves

Dicen que hay que estar tremendamente drogado, o absolutamente deprimido para venir por estos lares.
Ver cómo otro se apodera de las palabras y las usa en beneficio propio es tentaror, y quizás, sea por eso que esté acá esta noche. Como nunca esta noche y como siempre que alguna vez miré mis manos mechar letras tan rápido que ni ellas mismas podían entenderlo.

Supongo que la sinapsis hace que cada vez que uno anda por esos charquitos repletos de mierda, la mente se vuelva más poderosa, creativa y altiva.
Llegando quizás a alguno de los recónditos paraísos de aquellas musas y canciones, y emociones, que hicieron de las palabras momentos con tanto y tan poco sentido que algún ápice de satisfacción apareció al mirar lo que la misma mente escribió; pueda ir a algún lado.

Todo es sobre escribir y hacer las cosas bien. Pero nadie las hace bien. Aunque veo todo el tiempo a aquellos que tienen al kharma quietito y en armonía. Ellos sí que la pasan bien. Son los que entendieron todo. Y se merecen estar donde estan. El beneficio de la satisfacción y el trabajo bien hecho una vez más. Y por lo que se ve, al final sí que hacen las cosas bien. Son unos tipasos. Los admiro y los envidio.
Sí, el síndrome del piojo resucitado y de ése mediopelo porteño sigue vivo en mí, aunque nunca hablé de él tan biertamente.

Una pausa es capaz de aniquilarte cualquier instante. Y todo escollo superado se vuelve pico de montaña una vez más...
Porque cuando se empieza a dudar de lo que uno mismo está diciendo, amigo, ´tas cagado. O se te fue todo al carajo, o realmente tenés que estar como esos boludos que vociferan que tenés que estar high para poder sentarte y hacerte el Bukowsky.

Ya el sueño invade y sería más cómodo hacerse una paja, tomar lo que queda de la sopita e irse a la cama porque de pronto el tiempo se fue al diablo (y el fucker no piensa devolverlo).