El próximo gran invento.

viernes

Cada tanto vuelvo a pensar que debería tener un grabador conmigo todo el tiempo. Que de hecho lo tengo, pero es de los que perpetúan (o no) la voz. Y el próximo invento del siglo debería ser uno que te grabe lo que pensás. Porque no siempre tenés un pedazo de papel o una notebook como para ponerte a exteriorizar lo que estás sintiendo, pensando, cagando; en ese momento.

De pasar a caminar casi de la mano con ella, tenés un instante de comunicación y después casi que ni se conocen... Parece historieta repetida ¿no? Pero por ahora ni historia es. Muere en lo que pasa por mi cabeza (o en otra, no sé), pero la mano está dada de esa forma.
Y aunque nunca fui de tener todo lo suficientemente claro como para avanzar o retroceder (bueno, para retroceder, sí), no sé de qué la juego, ni en qué lugar estoy parado.
Me gusta, y me gusta, y me sigue gustando estar ahí. Sé que puedo pasarla mejor, y sé también que mejor no la puedo pasar de no estar ahí.

No sé qué onda, más allá de querer despuntar un poco el vicio/necesidad de quedarme acá diciendo un par de cosas a la nada.

Y tampoco sé por qué Puerto Madero me sigue viniendo a la mente como una imagen recurrente.