Orejas rojas.

sábado

Miré en el espejo y era todo rojo. Primer plano del espiral que ardía.

Dice la leyenda que dependen, temperatura y color, de las lenguas vivas que vienen y que van. Expedicionarias del nosequé, caminantes agarradas de la mano y juguetonas, como si fueran una.

Pero a pesar del largo de sus bífidas, no reptan. O eso necesita mi credulidad.

¡Barón de la Santa Gomería, no blasfemes vuestro emparche!

Olor a gato.

miércoles

No quiere dormir. Lo piensa, y lo que no quiere es estar en su cama. Al menos hasta que tome temperatura.
Antes de acostarse puede qudarse horas mirándola con el entredientes grito de "mentiras!". Y hasta gasta el tiempo en figurarse el eco del humano del que se habla, que en realidad grita, y tras dos beats queda en silencio.
Puede pensar todas esas boludeces. Siempre y cuando no implique estar horizontal.

Dice sentirle, a la pared, cómo las sábanas, y hasta la funda de la almohada, están húmedas cuando llega después de las doce. Húmedas. No frías. Y le explica al adobe, con todas las palabras que maneja en su diccionario personal, que la lógica que encuentra con todo esto es la de un llanto de su cama por la poca habitabilidad de la que goza.
La pared le responde que incluso ella siente un palpe similar. Que, naturalmente, se manifiesta en las manchas del techo, y que a pesar del tratamiento con yeso y otras historietas, nada cambia. La pared le dice que la humedad se irá metiendo también en la alfombra roja. Que ya manifiesta (juerga de cacahuates) rasgaduras y chichones. Pero que tampoco da indicios de un cambio en su actitud irreverente, falta de respeto a la estética.

Le lloran la cama y las paredes, y se le deshilacha el suelo.

Suena el teléfono y un científico, licenciado en boludeces, le explica que no tiene más qué pensar. Dice, con su impronta tardía, que debe dejar de bostezar así los ojos no segregan más lija mojada de plomo...

Y él preocupado por no pasar frío cuando duerme.

En dos horas.

lunes

Algunos lugares siempre te llaman. Apelan. Y escapar es el suicidio del otro. Así que accedés.
Para algunos más fácil, para otros más difícil. El pasado siempre te rodea, de todo'lo'wine'.

Los ritmos cambian. Las arritmias pasan. Y no se puede parar. Aunque algunas palabras te hagan nudos en los ojos, la garganta, el pecho y el diafragma (a la vez). Y una gota caiga de mero sueño haciéndote preguntar un par de cosas. - Porque cada vez que te acostás, girás, acomodás, estirás y bostezás: sale una, o salen varias. O salen todas. Cada puta noche. -
Y si hablás desde el dolor, es porque duele, no porque guste. O porque sirva a un relato que no está ni cerca de construir sentido. ¡La mierda siempre pasó por acá!

Es que la picardía jiji-funk está OFF cuando se te prenden las inconciencias y el corazón hace fiiiiuuuuu... Y se apaga también. O intermita. O se te cague encima habiendo visto pasar el tren otra vez. Pero ves que sigue sin hacer o una cosa o la otra. Hace varias a la vez y mal.

Pensás, pensás, pensás, y seguís pensando. Y cuando dejás de pensar: ¡Pensás!
¡Carajo! ¡esto no pasa más!
Y... No.

Porque de chiquito aprendiste que un clavo saca al otro. Y puf! santa magia. Al carajo las tristezas y de momento las depresiones jamás llegaban porque ya estabas envainándote en otra historieta. En otra vida. Que te ayudaba a no pensar en la tuya. Y así. Entonces, como el clavito no aparece, hay cosas que no desaparecen.
O sí. O amaguen. O te encuentres criticando el descarte de la vingt-neuf que está pasando por una bastante similar, pero con distinta predisposición (y menos tiempo -biológico-).

Pero hay cuestiones que no se recuperan. Simplemente quedás entre temblores y un poco de frío. Porque te acordás que hacía frío en algunos momentos. Que eran cagaso, pero era lindo. Y no te molesta tiritar mientras signifique lo que significa. Aunque las orejas estén coloradas cada vez que te llegan las bostitas donde las colitas dicen el mal.

Duele. Y-va-a-seguir-doliendo. Hasta que el martillo ayude al marulo.

CALCULO QUE CON ESTO ALCANZA.. O, ¿DE QUIÉN HABLABA YO?.

Libertad.

domingo

Ya no hay ni brumas (se secó). Así escribí tu nombre. Aquel día me sentí volver.
Salté al vacío,
fui hasta tu pared. Si fue dulce el momento, mariposas de papel.
Voy a pedirte: soltá tu luz. Dejame verte porque no sé quién soy…

Cuál fue tu nombre no entendí, a oscuras mis palabras ya no tienen donde ir.
Fuimos tan tristes, tan predecibles. Si fue cruel el momento, no supimos dónde ir.

Volé hasta tus alturas (mi riesgo fue vulgar), el aire que me dabas. Tu nueva libertad.
Si fue cruel el momento, no supimos dónde ir.
H.G.

In a sentimental mood

martes

Recién se levanta y son como las dos. El día acaba de empezar.
Hizo toda su rutina del despertar cuatro horas antes de lo que lo viene haciendo, y sabe que tiene cuatro horas menos.

El tiempo no le es extraño en cuanto a su numeración, pero sí los ruidos que de pronto aparecen uno tras otro. Todo lo que puede ver, en el reflejo tenue de la pantalla son los brazos ayudándolo a estirarse, y cuán corto es el pantalón del pijama que usó para los quirófanos. Nada más.

Fuera de eso y las obligaciones: Plaza San Martín. El pelo un poco largo, pero peinado, y la cara afeitada. Como queriendo comenzar una nueva semana lo mejor posible. Aunque el habitual paseo de las catorce haya sido invadido por el olor a mierda que sale del corral de perros. Porque hoy le tocó leer sentado ahí. Porque es donde terminó el paseo. Y donde había lugar para dos.

Él recuerda que la mejor forma de romper una uña a la noche es con el talco de la mañana.

Dans l'eau.

domingo

Pensé en eso de jugar a estar en la piel de los demás. Cómo serían las otras miradas desde adentro. Y decidí que la mejor forma de oficializar el paseo era estando en el agua.
Enjuagué lo que ya ni se podía lavar, y miré. Busqué construir sentido desde algo que había pasado hacía ya algunos días. Y no pude. Me quedaba el mero recuerdo, medio mundano, de lo que en aquel momento había resultado brillante.

Hoy es otra cosa. El roce de la mediocridad. Propia y ajena. El robar constantemente. El ser robado hasta en viñetas. Volver a fuentes que sentan bases sólidas, pero de hace veinte años. Que no hacen nada con estos veinte años.

Todo ronda la pérdida de tiempo. O la mala administración del tiempo. ¿Es cuestión de tiempo?

What if this is as good as it gets?


Ffffffff... Ay la tristeza, la tristeza.
O: Ay la depresión, la depresión.

Algunas reacciones son como jugar al tetris con las neuronas: se acomodan los pensamientos hasta armar una línea coherente (o no, depende de la i-lógica de cada uno) y conseguir que la pila de cuestiones irremediables no desbarranquen. Como acomodar fotografías que vayan generando una sensación, o un clima, en una muestra de arte. O musicalizar una media hora y poder pasar de The Detroir Cobras a Tito Puente en menos de diez temas.
- Y así correrían los ejemplos, hasta que me cansé de enumerar boludeces. -

Basta de sacarme mocos. Me pego en el baño con un poco de agua y vengo.

ESO DE "PEGARME UN BAÑO", NO ME CABE.

Otra vez ayer.

viernes

Sintió que frotar sus ojos era parte de un síntoma del síndrome de Tourette. Por eso se puso de pie intentando estirarse. Queriendo crecer algún centímetro. Y así tomar distancia de lo que tenía a su altura para probar el gusto de cambiar la perspectiva... Pero no lo conformó. Nada lo hizo, y creyó que nada iba a hacerlo.
Prefirió sentirse cómodo con ese pensamiento y caer en cuenta de su verdadero conformismo.

Azotado por la pequeña dosis de Revelación Personal ACME emprendió camino a algún punto de su casa.
Cerró los ojos y puso en funcionamiento su memoria física. Sabía exactamente por dónde y hacia dónde iba. No golpeó su inhumanidad contra ningún objeto más que con la realidad que indicaba cuán arraigado estaba. Y eso lo asustó.
Pensó en cómo cazzo podía ser posible que un Cristo se movilizara sin sentir contacto más que con el suelo y llegar a creer que nada había a su alrededor.

Así, bajo el marco de una de las puertas, se quedó en silencio y con los ojos cerrados. Quiso mantenerse de ese modo hasta perder la noción del tiempo, y con algo de fortuna, conseguir deshacerse también de la de espacio.
Nunca supo cuánto tiempo pasó en términos de realidad universal (?). Pero cuando despertó del sueño vertical donde no durmió, sino que voló como en las películas del descanso, se encontró frente al espejo.
Y a pesar de la luz apagada se vio tal cual era.

Desde entonces en su encierro de paredes, las luces encendidas son una invitación a salir.

Le chaos.

jueves

Los malabares por mantener una y cada una de las pelotitas que giran en el aire, y conservan algún sentido de cualquier tipo de realidad, se desploman en la suerte de un equipaje.
Saber de lágrimas asesinas que no paran de brotar y de una historia que se consume a cada respiro, acaba por ser agotador. La cabeza no para; Inhala... Vatodoeltiempopensandocómocarajosalirdecadabardito. Exhala puteada (aún más larga y ocurrente).

A veces no se puede parar.

Acostumbrado a los zapatos.

martes

Sigo pensando en el sol completamente negro, y todo lo que eso significa. Pienso en si debiera contar o no algunas cosas que están pasando. Pero sé de golondrinas...

Pienso.
Hay un montón de instancias que todavía no estancian. Ñak, ñak... ffffffffb! voló la uña. La pila ya es perfecta. Una esfinge de cachos de calcio desperdiciados en el crecimiento de una herramienta poco útil.


Daré vueltas y vueltas. Cero sentido. Pila de libros y pila de discos. Mucho sueño... Bah, obligaciones con descansares para bien-en-to-nar cantares, que mañana serán aire. Gratis. Inmediato. Eficaz. Con interferencia en algunos lugares... Pero aire.

Son gestos adustos. En frases hechas.
Sé que a veces es perfecta. Aunque construcciones tales no pueden ser desatadas. Tienen doble nudo.

Até a queda.

jueves

Un metro y medio desde la pantalla hasta mi cama. Tal vez menos. Una alfombra roja agrietada que cuando no vuela, está en el piso. Un colchón alto. Una silla con ruedas. Vieja, rechinante, en un cuarto frío. Como una ex novia.
Me recuesto. Mantengo mis piernas como si estuviera sentado normal. Pero el tronco crece y es un pedazo de fideo estirado y ágil. Rechinante y hacia atrás. Con mi cuerpo erguido, el tatuaje de mi espalda, estaría donde ahora está mi frente. Que mira dada vuelta la cara de Jim Morrison.

El experimento sigue. Y buscando más comodidad. Mi punto más alto elige la cama. Las piernas se extienden. La cabeza reposa. Así, media hora. Hora y media. Cuerpo en llanura casi total.
La música se acaba. Y tamibén la estupidez de meter casi un metro ochenta en metro cincuenta. Hasta caer.
A veces también hago trampa.

Some jazz requires... II

miércoles

Pensaba en tener algo qué decir (desear). Pensaba en alguna palabra monocromática que nunca vio la pantalla. Pensaba en lo que tengo que hacer. Y no quiero.
Pensaba en Nina. Y lo bien que hace al cantar. No sé si debiera dedicarse a otra cosa. Aunque si quiere seguir pasando a salar la herida en la feta de mi dedo... En las mariposas. Las que alguien tiene tatuadas y las que alguien me muestra en un booklet.

La foto es perfecta. El fondo es negro natural, iluminado por un sol que pega de atrás y le enciende los hombros. El pelo es largo, pero batido de algún modo que no le cubre más allá de las orejas. Y el rulo múltiple del flequillo plural le tapa un ojo. Que de lejos parece miel. Y que mira de costado. Como por sentarse.
Las líneas son finas. Justas medidas en cada tramo. La foto es perfecta.