Otra vez ayer.

viernes

Sintió que frotar sus ojos era parte de un síntoma del síndrome de Tourette. Por eso se puso de pie intentando estirarse. Queriendo crecer algún centímetro. Y así tomar distancia de lo que tenía a su altura para probar el gusto de cambiar la perspectiva... Pero no lo conformó. Nada lo hizo, y creyó que nada iba a hacerlo.
Prefirió sentirse cómodo con ese pensamiento y caer en cuenta de su verdadero conformismo.

Azotado por la pequeña dosis de Revelación Personal ACME emprendió camino a algún punto de su casa.
Cerró los ojos y puso en funcionamiento su memoria física. Sabía exactamente por dónde y hacia dónde iba. No golpeó su inhumanidad contra ningún objeto más que con la realidad que indicaba cuán arraigado estaba. Y eso lo asustó.
Pensó en cómo cazzo podía ser posible que un Cristo se movilizara sin sentir contacto más que con el suelo y llegar a creer que nada había a su alrededor.

Así, bajo el marco de una de las puertas, se quedó en silencio y con los ojos cerrados. Quiso mantenerse de ese modo hasta perder la noción del tiempo, y con algo de fortuna, conseguir deshacerse también de la de espacio.
Nunca supo cuánto tiempo pasó en términos de realidad universal (?). Pero cuando despertó del sueño vertical donde no durmió, sino que voló como en las películas del descanso, se encontró frente al espejo.
Y a pesar de la luz apagada se vio tal cual era.

Desde entonces en su encierro de paredes, las luces encendidas son una invitación a salir.