Hablame con los ojos.

sábado

Dice que le pintaba como una de esas jornadas completamente improductivas. Que ni sus manos arrugadas por el cansancio mental iban a permitirle pasarla aunque sea un poco mejor, escondido en pequeños instantes de diversión jugando a poner incómodo a quienes lo rodean.

Sabe que se ríe de sí mismo cuando piensa en tercera persona, ensayando palabras futuras. Y sabe que llorar da sueño.

El dolor aun le huele a montaña… Toda esa pura piedra raspada por los años. Engrutada. Donde miró el primer cielo de siete colores (en un par de ojos ajenos). Y donde tuvo el primer deseo espiral-hacia-fuera (en los mismos ojos ajenos).

Ahora habla de empezar a hablar menos. Mira cómo mirarse mejor. Escucha cómo lo oyen cantar en voz baja La canción de la lluvia.