Interludio

sábado

Le puso un broche al músculo para que no se le deshaga en las manos cuando escuchó que los dedos se cruzaban buscando por suerte donde tenía que haber seguridad. Buscó en el cielo qué imaginaba ella en la estrella que la cegó cuando le escapó a sus ojos con una sonrisa comida por sus labios. Para ella fue como un deseo tirado al tuntún. Para él… un rayo en el pecho que lo abrió al medio. Todo en un silencio.

Hablar esperando respuestas preprogramadas por el propio cerebro no es un síntoma de estar muy cuerdo. Sobre todo si se las espera de boca ajena.

Conocía su camino fuera. Era estrecho y seguía iluminado por el brillo de sus ojos que contenían el llanto a la distancia de un teléfono. No había sido un buen día. Y el horizonte no mejoraba sus expectativas cuando trató de sentarse en el cordón de la vereda a imaginar un par de boludeces. Pero sí entendió que cuando suenan dos violines que los tocan dos mulitas, es que suena Pappo’s Blues.