Mea culpa.

domingo

La onda es no pensar más. Y escribir para contarte esto (a mano, poca velocidad) ayuda a concentrarme en qué palabra poner después de la anterior y distraerme de lo que realmente me trajo hasta acá.
- Una clienta entra y me mira intimidada, dándole más bola a este pergamino que a lo que vino a buscar... Esto debería llamarse "preámbulo de una distracción", porque con pocas palabras estoy dando bastantes vueltas. -

Lo cierto es que me encuentro con veinte años de pequeñas/grandes angustias. Casi todas ellas existenciasles; pocas situacionales. Aunque son situaciones puntales las que me llevan a plantear cómo llevo a cabo mi existencia.
Ya duele la frente por el ceño fruncido, y el alma por el corazón preocupado. Porque es mi realidad, y la del entorno, la que pareciera verse cada día más complicada. Y quizás, sea muy largo de explicar en estas líneas (sniff!), entre proyectos que siempre serán proyectos y socios (sucios) que siguen sin bañarse.

Es que pasan tantas cosas en algo más de dos horas en Atención al público. Desde los delirantes que preguntan por tallarines y ravioles en una panadería, hasta encontrarme reflexionando sobre los porqué de los resultados de la primera fecha del Turismo Carretera, o darme cuenta de que estoy escribiendo sentado en el inodoro en una de esas forty-minute-cago-session que no se disfrutan sin un bidet a culo (¡qué buen invento!)...

La onda es no pensar más. o distraerme con alguna emoción dispersa, entregada por una nota sobre el Negro de Mierd-rosario... Quizás ahí, la segunda pena de la que toravía era mañana (de "morning", no de "tomorrow").
Porque la primera es de esas que, como las terceras en adelante, tendrán próximas repeticiones en una historia de nunca acabar (2-1 fue el score de ayer) - o de no acabar lo suficiente -. Aunque ya no sé si reemplazo el querer por acabar, o si esto no se acaba porque no quiero. O no puedo.

- CÓMO BAJÓ EL NIVEL -