Amasijando los blues.

sábado

En la segunda vez que saco el cuaderno se llena el culito de preguntas, de nuevo. No quiero que todo vuele al carajo (viento´e´mierda).

En fin. Hay algo que es inspirador, y por cada cuento en el que me cuelgo, quiero decir algo más.
Sobre todo porque no estoy cumpliendo como debo mi papel de narrador (en cualquier momento una pendejita deja de correr y empieza a planear al medio del río. Si no hiciera tanto frío, por ahí la rescato):

Hay unos veinte banquitos alrededor de la cubierta. El viento deja raras las manos y descubre la intimidad de las incautas. Sobre todo de las conche-mammis que muestran las dos lucas en tetas como luciendo unos reggios salvavidas on board que las hace inmunes al hundimiento del vapor.
Tres tachitos pelotudos que en lugar de guardar las mierdas del pasaje, hacen más mugre que un edificio del centro. Pequeña paradoja que nos dá un piso verde para recordarnos el paisaje natural que estámos disfrutando (hay un boludito que se pasea con Los vagabundos del Dharma sin haberlo siquiera abierto y me jodió los quesos).

El octágono de simil-plastic-glass que deja espiar a la primera clase (que no existe, todos chorreamos grasa) tiene atrapados a dos gorriones que, vaya uno a saber cómo mierda se metieron en un barco de tres niveles... No hay otra, las palomas son boludas. Porque tengo un par muy cerca que se matan por no morir (je!) de un rafagaso y aprovechan para hacer garritapatín de babor a estribor.

- Todavía hay alguno que me mira como preguntándose qué moño hago. Pero que la chupen. Dudo que lean esto.-

Al fondo de mi vista (proa) compré un porrón para achacar el hastío porque me estaba durmiendo, y a continuación, calculo, está la cabinita de botones que nos llevan a destino.
Pero...
Me cago de hambre, y creo que es todo por hoy para este nene de gorra, lentes negros, campera y percha de ocasión, que sige con la vieja fórmula de la beat desprolija (chuik!) que no pincha.