El campesino.

miércoles

Mi cuarto nunca fue un lugar propicio para sentarse y leer. Siempre tuve que aprovechar los viajes que hice como para poder atribuírme algún momento de goce con un libro en la mano y sus palabras en mi cerebro. Desde la ausencia de un sitio cómodo para sentarme hasta la rara variedad de mi biblioteca, no hubo jamás un libro empezado y terminado en la rara variedad de mis paredes.

Sí es, fue y será, mi habitación, el mejor lugar para escuchar mis discos... Mejor dicho, donde tenerlos, almacenarlos, administrarlos y hacer de este pequeño hogar un estudio mental. Porque he oído grandes elementos simulando caminar por algún barrio, hasta en algún periplo (!), e incluso teniendo sexo. Pero como dice el dicho "para cagar, no hay lugar como el hogar", lo mismo es aplicable para mi música.
En incontables ocasiones, le he dicho a Cassidy que la única satisfacción que encontraba al estar rodeado de mí mismo, era levantar la mirada, repasar los lomos observando patrones impensados, y largar un halo de pequeño bienestar con una media sonrisa clavada. Como si la obra de cada uno de los artistas (y algunos ladris) que cuento sobre las secciones de mi discoteca, fueran mías. Todas acomuladas en ése pequeño y gran espacio a prueba de toquetones. Como todo por aquí.

Hoy me convertí en el funk-finder. Y pensando en River the Joni letters me fui a dormir.