Volando bajo.

jueves

Una semana encerrado en mi cuarto... Esto iba a empezar de otra manera, pero el tiempo y el poco espacio me llevaron hasta este lugar donde parece que apareció algo de inspiración (expiración) como para poder hablarte abiertamente.

Decía que esto debía haber arrancado de otro modo y a mi regreso las cosas tendrían que haberse sucedido unas a otras de distinta forma. Pero no fue así.
Podría haber perdido el tiempo leyendo un poco más. Sentándome en el inodoro a leer algo de Galeano hablando de fútbol en lugar de emputecerme con el Deportivo del Gran diario argentino.
Quizás ponerme a escribir los otros artículos que hace dos meses tengo parados y que siguen ahí muertos, a medio anotarse haciéndome muecas para llamarme la atención.

Libros y discos tirados por toda la habitación porque los estantes ya no soportaron el peso de tanto material que no leí y o esos discos nuevos que me llegan por mi profesión y que no escuché por estar redescubriendo los trece años de una década (?) que me tiene asombrado y que enriquece cada pelillo receptor de mis oídos (porque no sólo los viejos tienen pelos en las orejas...).

Bobmas de fresa y manzana que apestan cada mañana cuando me levanto y me doy cuenta que en realidad es de madrugada y otra tarea tengo que reasignar para otro día. Eso de andar decorando facturitas no me hace mucha gracia, pero es de lo que me gano el pan (qué paradoja ¿no?)...

Las interrupciones son letales la mayoría de las veces. Sobre todo cuando paraste para descansar la vista, calzarte los anteojos, notar que tenés que limpiarlos un poco porque no ves una goma, y observar en uno de los estantes sobrevivientes donde se aloja un box set de los Peppers una lata de cerveza vieja y vacía que yace al lado de un reconstruído macaco de Buenos Aires con un fueye que se ilumina con su sonrisa gardeleana.
Aunque, debo reconocerlo, siempre me gustó más Julio Sosa, pero ya. No tiene nada que ver ¿no?