Leche de cabra.

martes

Un par de notas un poco cariñosas y suaves pueden amainar la pelota de caca que tengo por largar. Hacen las veces de jugos gástricos y disuelven todo ese veneno que guardo y guardo y guardo. El tic no alcanza al tac.

Me pongo crítico al pedo con las mismas cosas que yo hago pero que veo en otros y me parecen una bosta. Soy un boludo. Y pareciera que no me doy cuenta. Pero esta es la inercia.

Hay cosas que no soporto y no quería llegar al punto en el que una noche llego y escribo casi que feliz y a la siguiente, desde el mismo flanco quiero largar leches agrias. Ni dá, no es una sana práctica. Es como una canción instrumental de Tiersen que podría durar una vida, pero que quiere conformarte con dos minutos y ya: la obra ´ta hecha igual...

Es que cuando la magia sucede no es acá. No es en mi casa. Aunque alguna vez alguna poción surtió efecto en mi cuarto y me jacté de la pelotudés que dicta que sí sucedía la magia, pero en mi cama... Alguna vez todos cometemos ése error. Bueno, en tal caso habré sido yo solo ya. ¿Contentos?

A veces creo que cuando uno escribe tan rápido como la mente piensa es porque tiene ganas de sentirse un pianista, o un artista que crea y crea y crea... Y sus manos son su herramienta. Por ahí tengo ganas de sentirme así y chamuyarme en artista suburbano.

Good show.